Muchas veces, resolver un problema empieza por saber pedir ayuda. Sin embargo, ¡cuántas veces, por desconocimiento, por vergüenza, por creer que el tiempo lo resuelve todo, por incomprensión de nuestro entorno o, simplemente, por darles más importancia a otros aspectos de nuestras vidas, dejamos que el malestar psicológico se instale, se agrave y nos amargue la existencia!
Siempre es conveniente no dejar pasar demasiado tiempo: es mejor prevenir que curar. Una consulta puede cumplir una función de orientación sin necesidad de requerir tratamiento terapéutico.
Cuando alguno de los síntomas en nuestro apartado “Reconocer los síntomas” se instala de modo persistente, rompiendo el equilibrio emocional y físico de la persona, cuando los conflictos personales y vitales generan tensiones excesivas que superan nuestra capacidad de control y superación, no lo dude: consulte.
Una mente nerviosa, preocupada, tensa o enfadada no permite buenas relaciones personales, familiares, laborales y sociales. De igual modo, una mente triste, asustada, con sentimientos de vacío y de soledad o con excesiva necesidad de afecto y dependencia de los otros, no facilita tomar las decisiones correctas ni fomentar comportamientos adecuados que reviertan positivamente en la vida de la persona.
La desdicha, la inseguridad, la ansiedad, la depresión, la fobia, las obsesiones o los malestares corporales derivados de la tensión, no son condiciones irreversibles. Pueden cambiar. Cualquier persona que consulta puede generar recursos para enfrentar los avatares de la vida, comprender la causa de sus dificultades y mejorar sus relaciones personales, sus condiciones laborales y su estado de ánimo.